La eficiencia energética (EE) ha sido un concepto muy poco arraigado en la cultura chilena. Si bien se han hecho esfuerzos -a través de la Agencia Chilena de Eficiencia Energética- para que la EE sea una herramienta óptima a la hora de administrar y mejorar los consumos energéticos, los resultados han sido escasamente visibles. Peor aún: la prometida ley de eficiencia energética aún no parece despegar. ¿Cuál es el destino que le depara a la EE en Chile?
Con un modelo de desarrollo que causa admiración a nivel mundial, este año Alemania encabezó la lista de aquellos países que destacan en el campo de la eficiencia energética (EE), seguido de Italia y Japón, según el último informe International Energy Efficiency Scorecard 2016.
Y es que la eficiencia energética juega un papel clave en la política energética del país germano -el Energiewende-, que apunta a lograr una economía altamente eficiente, casi descarbonizada y que contribuya a reducir la demanda de energía en un 50% para el año 2050.
¿Cómo lo ha hecho? A través de la implementación del Plan Nacional de Acción para la Eficiencia Energética (Nape) que prioriza el etiquetado de los productos, medidas mínimas de ahorro energético, además de otras apuestas como la idea de disminuir las emisiones de CO2 en un 40% y obtener un 30% de la energía a través de fuentes renovables.
Considerando esta exitosa experiencia, bien vale la pena preguntarse qué pasa en Chile en cuanto a la implementación de programas de eficiencia energética. ¿Han surtido efecto? ¿Cuán arraigado está el concepto de la eficiencia energética a nivel social y empresarial? ¿Hay conciencia de los beneficios que puede reportar esta apuesta?
Fue a mediados de la década de 1970 cuando el concepto comenzó a irrumpir tímidamente en la industria local de la mano de la empresa Copec, que por esos años publicó una guía para la economía de los combustibles. Pero el mayor salto se dio con la creación del Programa País Eficiencia Energética, que en el año 2010 se transformó en la Agencia Chilena de Eficiencia Energética, organismo dependiente del Ministerio de Energía, que posicionó a la EE en política pública.
Pese a este esfuerzo y con el transcurso de los años, la EE es un término que aún genera confusión entre lo que es generación de energía, sustitución de energéticos y la práctica en sí misma de la eficiencia energética.
Así lo manifiesta Mónica Gazmuri, gerente General de Anesco Chile, asociación que reúne a algunas de las principales empresas que brindan soluciones de EE en el país. “Vale la pena insistir que la EE consiste en hacer un uso inteligente de la energía en nuestros procesos, es decir, no dejar de usar la energía, lo que implica conocer cómo se consume. Sin lo anterior, no se puede hacer mucho”, sostiene.
Y si bien se han definido planes estratégicos para mejorar los consumos energéticos a nivel país, desde la Anesco hacen hincapié en que hace falta integrar hábitos y que la EE sea parte de los procesos internos de las empresas.
“Así como hay procedimientos de selección de personal o bien, costumbres para la celebración de fiestas patrias, la EE como un hito, no está instalado a nivel corporativo. Creemos que es una práctica válida para atacar la pérdida de productividad y que ayudaría a todos los sectores a ser más competitivos. Cuando se logre comprender que la EE es la herramienta para combatir estas temáticas, además de ahorrar dinero, habrá más gente a favor de implementar políticas de EE”, dice Mónica Gazmuri, de Anesco.
De hecho, agrega la representante de la entidad, si se lograra incorporar criterios de EE a nivel de diseño de un proyecto, ya se partiría con ahorros de un 15%. Dependiendo de la tecnología y lo integral que sea el proyecto de mejoras, más opciones de ahorro existen, además de bajar el nivel de emisiones contaminantes de una organización.
En la Agencia Chilena de Eficiencia Energética (AChEE), por su parte, afirman que hoy existe un mayor nivel de conciencia respecto a la importancia de la EE, pero para que esto se sostenga en el tiempo no basta solamente con los esfuerzos que realizan las organizaciones involucradas en el tema, sino también la industria en general.
“Evidentemente los programas que se han hecho a nivel país generan impactos positivos en la creación de una cultura relacionada a la EE. Por ejemplo, cuando se prohibieron las lámparas incandescentes, las personas comenzaron a entender que había beneficios asociados a esto. Lo mismo ocurre con los etiquetados de los productos. Hoy las personas están identificando por qué les conviene más comprar un producto A, sobre un B o un C o un D”, plantea Diego Lizana, director ejecutivo de la AChEE.
Una opinión muy distinta tienen en la ONG Chile Sustentable al destacar que el impacto a nivel social de los programas de EE es muy modesto, “pues salvo el programa de hospitales públicos y el de recambio de luminarias en los municipios, que sí constituyen programas sistemáticos y sostenidos, el resto de las acciones han sido de tipo “proyecto piloto”, comenta Sara Larraín, directora ejecutiva de la organización.
En el caso del sector de transporte -añade Sara Larraín- no se han creado estándares de consumo ni de gestión energética de los operadores, tampoco existen técnicas de conducción eficiente para el transporte público. En la construcción, en tanto, existe adaptación a la reglamentación térmica vigente, pero hay rechazo a las mejoras normativas.
Un concepto mal encaminado
Instalada desde el 2010 en Chile, la compañía de origen español, Creara, que presta asesoramiento en eficiencia y ahorro energético a las empresas, señala que a pesar de que la EE está en pañales en Chile, cada vez hay más firmas locales cuya casa matriz se encuentra en otros países más avanzados en el tema, las que se ven obligadas a cumplir metas y objetivos de eficiencia energética, activando de esta manera el sector.
“También hemos estado observando cómo recientemente se está activando el mercado privado. Es decir, las empresas se lanzan a llevar a cabo proyectos de eficiencia energética de manera voluntaria, sin que vayan acompañados de una subvención o apoyo del Estado”, dice Vanessa Tirado, gerente Técnico de Creara en Chile.
Dentro de los rubros económicos que más consumen energía aparece la minería con un 12%, la que ha elaborado políticas para que su uso sea más eficiente. Por ello, en el año 2014 el Consejo Minero firmó un convenio con el Ministerio de Energía, en donde las empresas socias se comprometieron a hacer auditorías energéticas y publicar planes de eficiencia energética derivados de dichas auditorías.
Para el presidente ejecutivo del Consejo Minero, Joaquín Villarino, no es fácil cuantificar cuánto se ha logrado reducir el consumo de energía por medidas de eficiencia, porque simultáneamente operan factores exógenos en la dirección contraria, como la caída de las leyes, mayor dureza de la roca, mayores distancias de acarreo y el creciente uso de agua de mar.
“El año 2014 Cochilco publicó un estudio sobre indicadores de eficiencia energética en minería, con el objetivo de corregir esos factores exógenos, con resultados interesantes pero que recién constituyen un primer esfuerzo en la materia”, aclara el representante del gremio.
Pero la industria minera tiene su propia responsabilidad en la falta de avances sustantivos que presenta la eficiencia energética en el sector, según critica la AChEE.
¿Razones? En la Agencia hacen un mea culpa respecto a que no han logrado incorporar a más empresas en las iniciativas que han desarrollado, pero, a su vez, acusan que éstas no han querido asimilar a la eficiencia energética como un factor que genera menores tasas de ocurrencia de problemas o fallas, al contar con equipos operados de mejor manera y consumiendo menor energía.
Más drástico es el juicio de Sara Larraín, de Chile Sustentable, quien sostiene para en el ámbito industrial, el panorama es sencillamente “patético”, ya que no existe ningún programa gremial serio al respecto, y las mesas para la EE no han generado resultados.
“Soy partidaria de poner metas claras en materia de EE por sector, como se ha hecho con la Ley de ERNC o la Ley de Residuos (Responsabilidad Extendida del Productor) y un cronograma de cumplimiento”, dice.
Bajo impacto
Si bien la AChEE ha desarrollado una serie de auditorías energéticas en diferentes industrias para medir el impacto de sus programas de eficiencia energética, los resultados han sido desalentadores.
“Probablemente el impacto final que nosotros queríamos alcanzar, que era levantar proyectos de eficiencia energética, no lo logramos. Pero sí logramos determinar o levantar que la gestión de energía en general es importante dentro de las organizaciones y en ese foco nos estamos centrando ahora como institución: en no levantar una auditoria energética sólo por levantarla, sino en mostrar que esta auditoría tiene que estar enmarcada dentro de un sistema de gestión o dentro de una gobernanza de la energía en una empresa”, explica Lizana.
Es más. A juicio de Mónica Gazmuri, de la Anesco, no se reconoce que al interior de las industrias, empresas o edificios hay problemas en cuanto al correcto uso de la energía en sus procesos. Esta brecha -agrega- hace que muchos, antes de empezar por usar bien la energía que poseen, tomen decisiones que no apuntan al problema de fondo.
“Los problemas en la toma de decisión e instalación de las medidas de EE atraviesa todos los campos de la industria y a todas sus personas. Por lo mismo, si no hay un liderazgo claro y fuerte que promueva la EE como una regla para la sustentabilidad de cualquier negocio, esto se hace cuesta arriba”, expresa Gazmuri.
¿Y la nueva ley de EE?
De acuerdo a los compromisos establecidos por la Presidenta Michelle Bachelet, una de las grandes metas país es reducir un 20% el consumo de energía al 2025 a través de iniciativas de eficiencia energética. Pero el anuncio más importante que apalancaría a la EE sería precisamente, la implementación de la ley de eficiencia energética, que aún no parece despegar, pero que estaría al menos comenzando a ver sus primeras definiciones.
Aunque desde el ministerio de Energía aseguran que se encuentran trabajando en la elaboración de esta ley, en la AChEE abogan por la importancia de esta futura normativa que contribuiría a que las iniciativas y programas vinculados a la EE, trasciendan períodos presidenciales y se potencien en el tiempo.
“Es primordial que existan reglas claras en Chile en materia de consumo de energía y no dejar esto solamente al mercado o a discreción de las propias compañías, cuya relación con la energía apunta exclusivamente a cumplir con el mínimo de la legislación vigente”, plantea Diego Lizana, su director ejecutivo.
Es por esto que según Anesco, la futura ley debería tener en cuenta los siguientes criterios: contemplar todos los energéticos secundarios; permitir la libre competencia en el sector de servicios energéticos, no favoreciendo a algunos actores del mercado; y estandarizar los servicios energéticos (auditorías energéticas, sistemas de gestión de la energía, medición y verificación), entre otros aspectos.
“Dado el actual escenario de bajo crecimiento económico por el que atraviesa el país, el ahorro de energía y buen uso de los recursos debiese ser natural”, señala Mónica Gazmuri, gerente general de la entidad.
Sin embargo, desde el Consejo Minero le restan relevancia a la necesidad de contar con una ley de EE, argumentando que es complejo que en la gran minería una ley de eficiencia energética pueda lograr mejoras sustanciales.
“Quizás un aporte de una ley de este tipo pueda ser el impulso a la industria de las consultorías energéticas, de modo que las auditorías en esta materia aporten mayor valor a las empresas productivas, incluidas las mineras”, explica su presidente ejecutivo, Joaquín Villarino.
¿Qué le depara a la EE en el país? Se prevé que en la próxima década los costos asociados a electricidad suban en torno al 30%, lo que convierte a la eficiencia energética en un aspecto clave para hacer un buen uso de los recursos y una ley en esta temática se hace más que indispensable. Pero antes de actuar, el primer desafío está en asimilar esta premisa, de lo contrario, todo será en vano.
Fuente: Agrificiente.cl